viernes, 16 de agosto de 2013

Hotel de paso

Cuando estudiaba la universidad trabajé el turno de noche como recepcionista en un hotel de paso que estaba cerca de mi apartamento. En ese tipo de establecimientos hay mucho movimiento los fines de semana. Por las noches se llena de borrachos que llegan con prostitutas o travestis y es muy común que las prostis se vayan en taxi a la media hora y los borrachos se queden dormidos.
Muchas veces acompañé a las chicas de limpieza y al vigilante a sacar a los borrachos de la habitación cuando se les había acabado el tiempo y era divertido entrar y encontrarlos desnudos en la cama roncando a todo lo que da. Les hablábamos, los movíamos, les jalábamos los pies y si no reaccionaban nos divertíamos haciendo bromas sobre qué tan feo, grande, chico, negro o pellejudo tenían el “coso”.
Entre semana también hay movimiento pero baja mucho la actividad y como empleada te la puedes llevar más tranquila. Había un cuarto que era “especial” porque la puerta de servicio tenía agujeros desde los que podías espiar sin que los ocupantes se enteraran.
El truco era darle esa habitación a parejas atractivas que llegaban de madrugada, encargarle la recepción al vigilante o a alguna de las chicas de limpieza, apagar la luz del pasillo de servicio para que desde dentro de la habitación no se notara que había alguien afuera y quedarnos muy quietecitas para no ser descubiertas.
Así fue como espiábamos a las parejas que tenían sexo maratónico, parejas de hombres, de mujeres, tríos y hasta seis personas teniendo sexo al mismo tiempo en la misma habitación. Era muy emocionante verles, el corazón me latía a mil por hora y tenía que hacer grandes esfuerzos para controlar la respiración.

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