miércoles, 5 de julio de 2017

La novia fantasma

Un adolescente y su novia. Son felices y están muy enamorados. Nunca se esperaron la tragedia; el joven se embriaga en una fiesta y tienen un accidente en el automóvil. Ella muere. Naturalmente, él se siente culpable.

Pero la chica no se ha ido. Se queda en este mundo como un fantasma. No quiere irse ni estar sin su amor. Desafortunadamente él no puede verla ni escucharla. Ella susurra cosas a su oído que él percibe subconscientemente, como si fueran ideas propias, pero por más que lo intenta, no puede hacer sentir su presencia.

Por un tiempo ella se contenta con pasar todo el tiempo junto a él y reconfortarlo tanto como pueda. Al parecer logra efectos positivos en él. Sutilmente logra influenciarlo para que deje de tomar alcohol, deje de sentirse culpable y recomponga su vida. Todo parece funcionar bien.

Las cosas empiezan a cambiar conforme pasa el tiempo. El joven crece, la novia fantasma no. Él empieza a superar la muerte de su novia. Ya no pasa horas mirando fotos donde aparecen juntos. Ya no visita su tumba frecuentemente. La novia fantasma quiere verlo feliz, pero saber que la olvidan la hace sentir miserable. Recuerden que ella no ha cambiado, sigue siendo una niña y sigue enamorada de él.

Pasan algunos años y el chico que ahora es un joven adulto empieza a salir con otras mujeres. La novia fantasma está molesta y celosa. Empieza a sabotear sus salidas metiéndole ideas locas en la cabeza, con su habilidad para hacerse escuchar subconscientemente, para que él se comporte como un estúpido y arruine sus posibles nuevas relaciones.

Incapaz de encontrar la felicidad, el joven recae en la depresión. Regresa a la bebida, se involucra en peleas, pierde su trabajo. La novia fantasma tiene una sensación agridulce. Por una parte ha conseguido que él no se involucre con nadie más, pero por otra parte ha convertido su vida en una mierda. Una noche el joven tomó una gran cantidad de pastillas para dormir que casi terminan con su vida. A la novia fantasma se le ocurre un horrible plan: si él muere entonces podrán estar juntos para siempre.

Ella empieza a orilliarle cada vez más a hacer actos auto destructivos susurándole al oído pensamientos venenosos, intentando que él se odie a sí mismo. Él se aleja de su familia y amigos. Un día compró un arma sin siquiera saber realmente para qué. La novia fantasma odia hacer esto, pero cree que es la única manera.

Olvidé mencionar algo. En todo este tiempo la novia fantasma ha visto a otras personas acompañadas por sus propios fantasmas. Nada terrible como se ve en las películas de horror. Hay, por ejemplo, un hombre a quien su padre fantasma todavía lo sigue para darle consejos. Una madre que perdió a su hija, pero la niña todavía camina junto a ella tomándole la mano. El espíritu de un perro labrador que mueve la cola cuando llega su amo. Estos fantasmas pueden verse entre ellos, pero no se detienen a hablar por temor de perder de vista a la persona que más aman.

Por fin el joven parece que ha tocado fondo y está listo para terminarlo todo. La habitación está oscura y calurosa. El arma está en el buró. La novia fantasma sabe que ha llegado el momento pero no tiene el valor para verlo morir. Lo deja solo. Camina hasta el parque y ve a otras personas con sus fantasmas, pero ahora nota cosas que antes no percibió.

El consejo del padre fantasma, siempre crítico, parece francamente abusivo, constantemente reprendiendo a su hijo por su fracaso e insuficiencia. El hijo parece miserable. La madre de la pequeña niña no puede mirar otros niños jugando sin soltar las lágrimas. El perro labrador fantasma ya no está, sin embargo el niño, que ahora es un joven tiene una nueva mascota y se ve feliz. La novia fantasma se da cuenta que lo que ha hecho está mal.

Regresa apresurada a la habitación de su novio, que está a punto de dispararse en la sien. Le ruega que no lo haga. Suplica y llora. Él no quiere escuchar esos pensamientos que invaden su mente. En el cajón del buró están las fotos olvidadas de cuando eran jóvenes y estaban vivos los dos. Ella logra meterle en la cabeza que abra el cajón y vea lo felices que eran juntos. Después de llorar un rato, el joven toma el teléfono y llama a su madre para pedirle que lo salve.

El joven ingresó a terapida, dejó la bebida y empezó a tomar medicamentos para la depresión. Fue un largo y duro periodo pero lo consiguió. La novia fantasma está feliz, pero parece estar desvaneciéndose al paso de los meses. Sabe que al fin lo dejará ir. En algún momento ella se esfumó para siempre.

martes, 4 de julio de 2017

Blanco espumoso

Nos acercamos a la entrada del restaurante. Le indico a la hostess que quiero comprar un par de botellas de un vino que probé meses antes en ese mismo lugar. No recuerdo el nombre del vino, pero era, blanco, espumoso, italiano y tenía una etiqueta blanca, con letras negras y un gran escudo rojo en medio. Le dije que no lo tomaríamos ahí, sino que queríamos las botellas para llevar a casa.
La señorita llamó a un mesero, le repitió mi pedido y este se fue a la barra a hablar con el barman. A los pocos minutos regresó con una botella en la mano. Me alegré porque era la misma que andaba buscando. Eso sí, el corcho se veía dañado, como si hubieran intentado abrir la botella. Le pregunté qué onda y me explicó que el barman pensó que era para servirla en alguna mesa del restaurante y estuvo a punto de abrirla.

Las burbujitas del líquido estaban enloquecidas dentro de la botella y claramente se veía que salía un poco de gas por la rotura del corcho. Le dije al mesero que no importaba, que me la llevaba así, pero que quería otra más, por favor. Y me sale con que era la última. No había más. Iba a decirle que mejor no, que gracias, que ya no la quería, porque todo el show de comprar ese vino era porque la vez pasada que lo tomamos nos puso muy cachondas y esta vez mi mente puerca estaba planeando una encerrona en el departamento, con música, plática rica, vino blanco espumoso, plumas y toda la cosa. Jeje. Le digo que no sea malito, que revise la bodega a ver si encuentra más, pero dice que no, que de verdad señito, es la última que nos queda. Bueno pues ya qué, me llevaré esta nada más.

Le pregunto cuánto es de la botella y me dice que 4 mil pesos. WTF! 4 mil? El mes pasado que estuve en ese mismo restaurante nos tomamos 4 botellas y la cuenta fue de 8 mil, o sea, a 2 mil cada una! Ahora ya cuesta el doble? Insiste que sí, que ese es el precio y que lo tengo que pagar porque ya está abierta la botella. Le digo que no mame, que eso es una locura. Un abuso. ¡Yo no pedí que la abrieran! Empezamos a discutir. Se acerca la hostess a pedirnos que no hagamos escándalo. La mando a chingar a su madre. Viene el gerente y se arma tal discusión que intervienen los comensales. Unos a favor, otros en contra. 

Llegan los de seguridad del centro comercial, uno de ellos ve que estoy muy alterada y me toma fuerte del brazo. Le suplico que me suelte, que me está lastimando pero al mismo tiempo quiero reventarle la botella en la cabeza. Empiezo a llorar. Siento que voy a terminar en prisión por cuzca. Me despierto. La habitación está oscura. Tengo el brazo izquierdo entumecido y el corazón a mil por hora. Me doy cuenta que estaba soñando. Deben ser las 3 o 4 de la mañana.

Me quedo un rato despierta, dándole vueltas a este sueño tan loco. De verdad que estoy rependeja. ¿De dónde saco estas cosas? No tengo departamento. No tengo pareja. No tomo vino, ni whiskey, ni cerveza... ¡Y mucho menos pagaría 2 mil por una botella, ni cuentas de 8 mil pesos! Jeje. ¿Qué demonios pasa conmigo?