martes, 17 de mayo de 2016

Los besos de Isabel

Isa y yo no hemos hecho inseparables. Pasamos todo el tiempo juntas. Hablamos tanto y de tantas cosas que mi mamá ha dicho que parecemos cotorras de zoológico. Nuestras personalidades hacen clic en todos los niveles y me doy cuenta que es la primera vez en la vida que tengo una amiga a la que puedo contarle todo sobre mí. Cuando la conocí pensé que era un bicho raro. Ahora me doy cuenta que la rara era yo. Siempre me he llevado bien con todo el mundo, pero nunca antes me había identificado tanto con alguien. La quiero muchísimo. Es mi mejor amiga.

Algunas veces me acompaña a la clase de catecismo que da mi mamá a los niños que van a hacer la primera comunión. A mí no me gusta mucho ese rollo, voy porque tengo que ayudar a mamá, pero a Isa sí le gusta rezar y leer la biblia.

Hace un par de meses iniciamos el ritual de juntarnos en mi casa los sábados por la noche a ver películas de terror en mi casa. Nos instalamos en el sofá de la sala, yo sentada y ella acostada junto a mí, con la cabeza acomodada en mis piernas. Le hago piojito y le acaricio el cabello mientras vemos la película. Casual ¿Cierto? O sea, cariño de amigas. No piensen mal. Básicamente todo lo que hacemos es ver películas de miedo, comer palomitas y golosinas, acurrucarnos y reír histéricamente cuando nos espantamos.

De verdad, las caricias son muestras de cariño que hacen las amigas todo el tiempo. ¿Ok? Es súper normal. La alegría de recibir un mensaje de texto suyo para preguntar si puede venir a verme y la emoción que me da cuando tomo su mano entre mis manos no es nada inusual. Así es como se tratan las buenas amigas. Además, siempre espero a que sea ella quien se acurruque junto a mí e inicie las caricias, los abrazos y los cariños porque no quiero que piense que me gusta, que soy rara, o lesbiana o qué sé yo. Que obviamente no, no me gusta. La quiero mucho sí, pero como amiga. A mí me gustan los chicos y si no he tenido novio hasta ahora es porque no he conocido a algún chico que me haga perder la cabeza.

♦ ♦ ♦

Las cosas han ido progresando durante el semestre en el colegio. Isa y yo pasamos todo el tiempo juntas en la escuela, y los fines de semana se queda conmigo en casa. Si no está conmigo extraño su compañía y me empiezo a poner triste, pero soy bastante eficaz para expulsar esos pensamientos intrusos fuera de mi mente. Me pongo a leer o salgo a caminar a la plaza. En el otoño empezó a hablar con un chico y para navidad ya se habían hecho novios. ¡Genial! Estoy feliz por ella. Es un chico súper lindo. De hecho yo intervine para que él la invitara a salir. Además, soy la primera en decir que hacen una hermosa pareja… lo cual me mata un poco por dentro.

Ahora, los sábados salen a cenar o al cine y después, ya un poco tarde, su novio la pasa a dejar a mi casa para nuestras ya clásicas pijamadas. Mientras ellos hacen sus cosas de novios yo me siento en el sofá a esperar, mirar el reloj y tratar de acelerar el tiempo para que Isa llegue a casa y esté conmigo.

Y bueno, esta noche sentí celos.

Sí, celos. Terribles y horribles celos. Llegaron muchos amigos a la casa después de la cena de año nuevo, incluyendo Isa y su novio. Ellos estaban muy juntitos al otro lado de la sala. Se tomaban selfies con el celular y reían como tontos. ¡Agh! Me hice la indiferente porque lo último que quiero es que ella se dé cuenta que eso me pone mal y piense que me estoy volviendo loca. A eso de las dos de la mañana salieron de la casa y se metieron a su auto a ‘platicar’. Desde la ventana los vi y sentí náuseas. No, no los estaba espiando, pero no entiendo por qué no podían platicar aquí, con los demás. Seguro se estaban besuqueando. Ya sé, empiezo a sonar como idiota, pero es lo que siento. Ni modo.

Mi mamá dice que es normal sentir celos de los amigos. ¿Normal? ¡Odio sentirme así!

♦ ♦ ♦

Un mes después estamos juntas Isabel y yo en casa. Es sábado en la noche y como siempre nos instalamos en el sofá frente al televisor. Esta vez pusimos una romántica. Bajo la misma estrella, se llama. Sí, ya dejamos atrás las películas de terror y de hecho nuestra amistad ha progresado un poco más. Ahora nos acostamos juntas en el sillón, no como antes, que yo me sentaba y ella acomodaba la cabeza en mis piernas. Y bueno, como estamos las dos en el sillón tenemos que acomodarnos muy pegaditas porque apenas entramos. Me gusta poner mi brazo libre a su alrededor y a veces me quedo dormida así (¡Es realmente genial!).

Cuando a ella le ha tocado estar detrás de mí, igual me abraza, pero también a veces, sin avisar ni por ningún motivo aparente, aprovecha y me da suaves besos en la oreja o en la mejilla, que me encantan, pero no digo nada, aunque siento que miles de mariposas vuelan en mi estómago cada vez que sus labios tocan mi piel. Yo no me atrevo a hacer lo mismo. Eso de besarla suena muy bien, pero no quiero que lo malinterprete. O sea, sé que es normal. Todas las amigas se besan en la mejilla constantemente y ella es una persona muy afectiva, así que imaginar alguna intención oculta es una locura. A mí me gustan los chicos y me molesta pensar que ella me quiere de una manera diferente, no por ella, sino porque no sé de donde me salen esas ideas. Hay algo malo en mí.

Como sea, mientras vemos la película ella me besa en la frente. Mariposas. Luego empieza a besarme la mejilla, suave y cautelosamente. La dejo hacer. Obviamente lo estoy disfrutando mucho. Un beso tras otro, incluyendo su respiración en mi oreja, la piel se me pone de gallina.

Entonces un beso cae en la comisura de mis labios. Debe sentirse muy incómoda. ¡Sus labios casi tocaron los míos! Volteo a verla, con mi sonrisa estúpida, como diciendo “Hey, tontita, casi me besas los labios”, pero me doy cuenta que ella no me está viendo, ni siquiera ve la película, tiene los ojos cerrados y sigue tirándome besos tiernos en la mejilla. Giro un poco más la cabeza, lentamente, como para ponerle una trampa y que uno de sus besos caiga en mis labios. Isa no se entera, sigue con los ojos cerrados y el piquito parado, tirando besos a diestra y siniestra.

Y entonces BAM. ¡Me besa los labios! Una, dos, tres veces. Ok. Ok. ¿Qué demonios está pasando? Le devuelvo un beso. Me da dos besos más y en el tercero ya no retira sus labios. Me está besando. La estoy besando. Nos estamos besando. Por un momento me siento mal. No porque me esté besando con mi mejor amiga, sino porque se dará cuenta que soy mala para besar. No me importa. Esto se siente genial. Me dejo llevar. Nos besamos durante no sé cuánto tiempo. No puedo comprender lo que está pasando, pero me encanta.

Isa rompe el beso. No decimos nada. Mi corazón late a mil por hora. Me mira a los ojos como esperando una reacción mía y lo único que se me ocurre decir es “Que horror que Hazel vaya a morir.”, refiriéndome a la película. Ella sonríe y no dice nada. No puedo sostener su mirada así que giro los ojos hacia la pantalla, intentando calmarme para que no se dé cuenta de lo rápido que late mi corazón y el temblor en las manos.

Me hago la loca un momento pero no puedo resistirlo. Quiero más. Giro mi cuerpo para quedar acostada frente a ella. Con mi cara hacia la suya. Me mira y me besa nuevamente. Demonios, que bien besa. Me come la boca con lamidas y mordidas. Yo soy torpe para besar, lo sé, pero si cierro los ojos veo millones de colores diferentes avanzando rápidamente. Este beso dura una hermosa eternidad.

Momento. ¡Isa tiene novio! ¿Qué soy ahora? ¿La amante? Empiezo a irme en un hoyo de depresión, pero trato de alejar esos pensamientos de mi mente y sigo besándola porque tal vez esto no se repita jamás. Mañana regresará con su novio y esto de ahora nunca pasó.

Rompemos el segundo beso. Ninguna de las dos dice una sola palabra. Actuamos como si nada. Volvemos la atención a la película y la noche sigue como de costumbre. Pero, por supuesto, eso de volver a ver la película es un decir, yo solo tengo una sola cosa en la mente: Isabel.

Por fin termina la película que nos hizo llorar a moco tendido. Le digo que estoy exhausta. Apagamos todo y nos vamos juntas a mi habitación. Sin mucha ceremonia nos metemos bajo las sábanas. La habitación está oscura. Isa acomoda su cara muy cerca de la mía, me abraza e inmediatamente se queda dormida. Me doy cuenta por su respiración. Mi cuerpo está cansado de tantas emociones pero mi mente no deja de darle vueltas al asunto.

Quiero besarla pero no me atrevo. Siempre he sido así, emocionalmente cerrada. Soy sarcástica y hago comentarios como alguien que es muy valiente, pero a veces ni yo misma sé cuando hablo en serio o no. Es mi manera de ser, nunca expongo mis sentimientos si sé que hay un enorme potencial de salir lastimada. No puedo demostrarle cuanto la quiero, como amiga, por miedo a que se aleje de mí o que sospeche que algo pasa conmigo. Así que básicamente dejaré que lleve nuestra amistad en la dirección que quiera, para que si algo malo pasa ella sea la responsable.

Isa, en cambio, es libre emocionalmente. Esa es precisamente la razón que me hace pensar que todos esos avances, besos y arrumacos son parte de su comportamiento normal con sus verdaderos amigos. Es su personalidad. Tiene que ser así. Además, es devota católica, va a misa los domingos, reza por las noches y cuando va a la clase de catecismo de mi mamá a ella le gusta hacer las lecturas de la biblia y explicarles a los niños de qué va tal o cual historia. Y bueno, para no ir más allá, en cierta ocasión, cuando estábamos en el colegio, alguien comentó que un par de chicas del último año eran lesbianas y ella inmediatamente dijo que eso le parecía un asco. Así, que si me preguntan en este momento qué está pasando por su cabeza, la respuesta es: No tengo ni puta idea.

♦ ♦ ♦

Amanecemos en la cama al día siguiente. Isabel me abraza de cucharita y yo no aguanto las ganas de hacer pis. Cuando me levanto de la cama ella despierta. El día transcurre normal y no se habla nada de lo que pasó la noche anterior, ni siquiera una insinuación a los besos o a la película. Lo de anoche nunca pasó. O al menos eso pretendemos.

♦ ♦ ♦

Pasó una semana y todo normal. Isabel y yo estuvimos juntas en el colegio y no hubo situaciones incómodas ni miradas cómplices. Todo como siempre. Han pasado catorce días desde el glorioso primer beso y nosotras seguimos actuando como si nada. De hecho, me pregunto si de verdad ha pasado algo porque tal parece que lo soñé. Todo el tiempo estoy pensando en sus ojos mirando los míos, en sus labios, en sus besos.

Me siento en clase y mi mente se va a cada momento de esa noche. Cada beso, cada caricia, cada movimiento de nuestros cuerpos en el sofá. Es una repetición constante y cada vez que lo recuerdo vuelan las mismas mariposas de colores. Estoy tan obsesionada que no soy capaz de concentrarme en nada. Me digo a mí misma “Ok. Voy a leer veinte minutos y después me sentaré a pensar en ella.” No consigo leer veinte minutos. Ni siquiera veinte segundos. Todo es Isa. Isabel escribo, una y otra vez, en mi cuaderno.

Me siento culpable. Me siento culpable por no poder dejar de pensar en ella. No sé si soy lesbiana. Tal vez. Pero eso sí, les aclaro: No veo nada moralmente malo en ser lesbiana y creo que no me importarían estos sentimientos si no se tratara de mi mejor amiga. Mejor amiga que podría perder si se enterara que no hago otra cosa que pensar en ella. Quisiera poder regresar a la época en que solo la veía como mi mejor amiga y nada más.

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Sábado. Han pasado un par de semanas desde la noche del beso. Estamos sentadas en el sofá viendo una película que están dando en la televisión. Hay algo de tensión entre nosotras. Me da terror que ella haya llegado a la conclusión de que besarme fue un gran error, o peor, que piense que yo lo provoqué. Por otro lado... ¡Muero por besarla!

Cada movimiento suyo, cada vez que su mano roza mi pierna o cada vez que descansa su cabeza en mi hombro, siento descargas eléctricas por todo el cuerpo. Tengo pánico, nervios y deseos al mismo tiempo. Mi cuerpo reacciona emocionalmente, mi mente reacciona físicamente. Todo al revés. Nunca antes me sentí así. Intento acercarme un poco más cuando hay oportunidad. En ocasiones tomo su cabello y lo acaricio como si nada. Pero soy cobarde. Quiero besarla pero nunca iniciaré el beso. Lo sé. Es demasiado arriesgado. Su rechazo sería demoledor.

La película es una porquería aburrida. Isa pone su cabeza en mi hombro y me da un beso en la mejilla. La miro con ojos de borrego enamorado y su mirada se queda en la mía. Intento saber lo que pasa por su cabeza pero no lo consigo. Nunca he sido buena leyendo las emociones de los demás. Pero entonces me doy cuenta que acerca un poco su cara a la mía, se detiene como esperando que yo tome la iniciativa. Acerco mis labios a los suyos hasta que ya están a solo milímetros de distancia. Suavemente acaricia mis labios con su lengua y con eso fue suficiente. Nuestros labios hacen contacto. Dulces labios en acción. Toda la obsesión y deseo de los últimos días por fin encuentran cauce. Esta vez la besé con mucha intensidad y pasión. Correspondí a todas sus lamidas y mordí sus labios con fuerza y ternura. La película seguía su tonto guion y nosotras una maravillosa escena de amor. Pasamos la noche viendo televisión entre besos y caricias.

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El domingo en la mañana llama el papá de Isa para decirle que tiene trabajo y no podrá pasar por ella para ir a la iglesia, como es la costumbre, sino hasta muy tarde. De inmediato me pongo feliz ¡Pasará casi todo el día conmigo! Ella, en cambio, se ve menos contenta. Está de malas y cansada porque apenas dormimos. Yo traigo la adrenalina de la noche anterior, así que aprovecho que ella está descuidada e intento besarla, pero ella no me da bola. O sea, quiero besarle los labios pero ella gira la cabeza para recibir el beso en la mejilla. Demonios. Es devastador. Algo hice mal. Probablemente está arrepentida de todo el besuqueo de la noche anterior pero no tiene el corazón para decírmelo. Pasamos el día sin nada que valga la pena contar y cuando llegó su papá se fue sin más. He vuelto a las tinieblas.

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El sábado siguiente viene a nuestra ya clásica noche de películas. En toda la semana no tocamos el tema de lo que ha pasado, ni su actitud del domingo. Estamos solas y muero por besarla pero me parece que eso ya no ocurrirá jamás. La noche transcurre y se está haciendo muy tarde. Me angustia que todo haya acabado entre nosotras y quedemos como solo amigas. Al parecer los besos fueron solo un pequeño capítulo en esta historia y a partir de ahora solo vivirá en mi memoria. Disimulo, pero tengo destrozado el corazón.

Estoy pensando estas cosas y sin decir agua va Isa me besa. No sé explicar cómo fue porque sucedió de pronto y no lo esperaba. Eso sí, fue un beso corto y suave, no pasional como los de la semana pasada, pero para mí fue la confirmación de que los besos ya son parte de nuestra relación. Y digo relación sin saber a ciencia cierta a qué me refiero. Digo, somos amigas, eso es obvio, pero los besos implican algo más íntimo y tal vez algo sexual. ¿Somos lesbianas? No me importa, yo solo quiero besarla.

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Pasan los días y seguimos actuando como si todo fuera normal. Solo amigas. Seguido me pregunto porque nunca me he atrevido a tocar el tema con ella o por qué me torturo sin saber lo que ella piensa de todo esto. Honestamente soy un poco egoísta. Me da miedo que ella piense que quiero algo más de nuestra relación, se asuste y la pierda. Pero también me da miedo que si lo menciono ella llegue a la conclusión de que todo esto ha sido un error, que tiene novio y que debe ser totalmente fiel a él. Conclusión: No quiero perder el nivel de intimidad que hemos alcanzado, así que no hablaré jamás de esto con ella.

¡Pero fue mi primer beso! Dicen que el primer beso nunca se olvida. Pero en este caso cómo podría olvidarlo si mi primer beso fue con una chica y no con un chico, en una situación completamente inesperada que me ha puesto a cuestionar mi identidad sexual y que me tiene con los sentimientos a flor de piel todo el tiempo.

Ahora me doy cuenta que durante todo este tiempo he estado reprimiendo mis sentimientos por ella. Desde el primer día sentí una conexión especial entre nosotras. Todo este tiempo me he conformado con pensar que lo nuestro es una rara forma de amistad. Una amistad muy íntima. También he pensado que me gusta mucho besarla porque nunca antes había besado a nadie más y, por supuesto, besar es muy excitante, pero que eso era todo, amigas que se besan. Y pues no. No es así. Lo que siento por ella es algo mucho más profundo que una amistad.

Y todo eso está bien. Acepto que la quiero muchísimo. Es mi mejor amiga. ¿Pero por qué demonios no dejo de pensar en ella?

♦ ♦ ♦

Pasan los días y yo sigo pretendiendo que soy la misma de siempre. La chica que estudia y saca buenas notas en el colegio, la chica que habla de chicos y de romances platónicos, aunque en secreto mi mente se entretiene con un solo pensamiento: Isabel.

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Estoy en casa leyendo a Capote cuando me llega un mensaje de texto. Es de Isabel.
Isa: ¿Qué es lo que nos pasa?
Valeria: ¿De qué hablas?
Isa: Sabes de lo que hablo.

Tiene razón. El corazón se me acelera a mil por hora. Presiento que esta es la manera que decidió para terminar con todo, piensa hemos cometido un error y debemos parar.
Valeria: No lo sé. Todo el tiempo me pregunto lo mismo, pero aún no lo sé.
Isa: Yo tampoco lo sé.
Valeria: Sé que te amo. Es solo que no sé de qué manera te amo.
Isa: ¡Exacto!
Valeria: Tienes novio.
Isa: ¿Crees que no lo sé? Me siento una mierda.

Seguimos hablando sobre cómo fue que llegamos a esto, si había sido sólo un juego que nos atrapó o si en realidad hay algo más entre nosotras. Algunas veces ella dice que me ama, otras veces yo se lo digo (¡Por fin!) y ella me contesta con corazoncitos que me hacen feliz. La cuestión acá es que no sabemos si nos amamos románticamente o es simplemente amor ñoño de amigas.

Tratando de conciliar nuestras ideas ella sugiere que quizá lo mejor sea dejar las cosas así porque no es justo para su novio. Yo (¡Arrrgh!) le digo que estoy de acuerdo. Le prometo que cuando sepa con seguridad lo que siento por ella será la primera persona en enterarse. Ella asegura que hará lo mismo.

♦ ♦ ♦

Isabel me avisa que está afuera de mi casa. Su novio la trajo después de ir a cenar. Decidimos seguir con los sábados de película porque nos prometimos que antes que nada está nuestra amistad y nada debería de cambiar entre nosotras. Bueno, solo los besos. Decidimos que no más besos. Estoy contenta con esa decisión. Es lo mejor. Pasé la semana moliéndome el seso sobre mis sentimientos hacia ella pero no llegué a una conclusión definitiva. Ella tampoco, supongo. Al menos no ha dicho nada sobre eso.

Pasamos la noche viendo películas y cambiando de canal, pero sobre todo conteniendo las ganas de besarnos. ¡Es obvia la tensión! Se hace tarde y nos vamos a la cama.

-¿Qué harías si intento besarte? -, pregunta Isa tan pronto apago la luz de la lámpara.
-Te doy un zape. -, le contesto.
-¿Me rechazarías? -, insiste.
-¡Por supuesto! Ese fue el acuerdo. -, le digo sin mucha convicción.
-Cierto.

Se queda en silencio un par de minutos y yo me quedo a la expectativa. Si me vuelve a preguntar le contestaré con un beso enorme. En lugar de hablar junta su cuerpo al mío, me abraza y cruza sus piernas entre las mías. El calor de su entrepierna en mi piel es intenso. La abrazo al tiempo que entrelazamos nuestras piernas. Ella instintivamente mueve la cadera y frota su sexo con el muslo de mi pierna derecha. Despacio, pero descaradamente, hago presión porque quiero sentirla plenamente. Se monta sobre mí frotando su pubis contra el mío. Quiero besarla pero le he prometido que no lo haré.

Lo que hacemos no es moralmente mejor que besarnos. Digo, por su novio y todo lo demás. De hecho, es mucho peor. Pero qué demonios, no tengo la voluntad ni las ganas de detenerla.

♦ ♦ ♦

Después de aquél interesante fin de semana he pasado el tiempo intentando convencerme de que me dejé llevar por el momento y la pasión. Me repito una y otra vez que es imposible que pueda enamorarme de una mujer y que toda esta confusión de sentimientos no es más que una gran amistad. Me gustan los chicos, soy normal y no hay nada de malo en mí.

Con todo este asunto de Isabel he descuidado la escuela. Mis notas van en picada y tengo que enfocarme en recuperarlas. Son las dos de la mañana y estoy intentando concentrarme en mi libro de física. Los ojos se me cierran de sueño, creo que es mejor buscar mi libro de historia porque no soportaré una ecuación más sin quedarme dormida. Abro el bolso del colegio y lo primero que encuentro es el recetario de cupcakes que utilizamos Isa y yo hace unos meses. Le doy una ojeada y pienso que ese día fue divertido. Le diré a Isa que preparemos panecillos otra vez el fin de semana.

En este momento me llega la revelación.

Me llega como en las películas, donde todo se queda oscuro y solo una luz muy brillante ilumina al protagonista, solo que esta luz tiene los colores del arcoíris gay. Ahora lo sé. Estoy completamente enamorada de Isabel. Todo este tiempo he estado enamorada de ella. Enamorada de todo lo que tenía que ver con ella. Todo se hace claro ahora. Mi cuerpo se llena de adrenalina y la piel entera se me pone de gallina. Me miro en el espejo y digo en voz alta.

Estoy enamorada de Isabel.

La amo.

Amo a Isabel.

Y cada vez que lo digo vuelan mariposas en la habitación y siento que mi mundo por fin está bien. Ya no tengo miedo. No puedo explicar qué tipo de conexiones hizo mi cerebro en este momento o qué demonios tiene que ver un recetario de panecillos con mi amor por ella. Pero ahora lo comprendo todo. Amo a Isabel y no hay nada que pueda hacer para cambiar eso.

Quiero decírselo en este mismo momento. Le voy a enviar un mensaje a su teléfono y le contaré todo, el libro de física, el recetario, todo. Aunque seguramente a esta hora estará durmiendo. Pero bueno, tengo que ser precavida. Tal vez mañana no me sienta igual. Esperaré a mañana. No, mejor esperaré un par de días hasta estar completamente segura. Y si para el viernes sigo pensando que la amo entonces se lo diré, así sin tantas vueltas: Isabel, te amo.

♦ ♦ ♦

No sé para qué esperé estos dos días. Muero por decirle que la amo. Ya no me importa si me rechaza o si piensa que soy rara, lesbiana o idiota. Hasta donde sé ella está pasando por lo mismo que yo. La amo, lo sé y prometí que sería la primera en saberlo. Uno, dos, tres. Necesito coraje. “¡Venga, tú puedes!” me digo frente al espejo, con el teléfono en la mano y el mensaje “Hey! Tengo algo que contarte.” listo para ser enviado. Solo tengo que presionar SEND. Uno, dos, tres. Tiro puñetazos al aire, como boxeador que se prepara para la batalla. Me siento lista. Es ahora o nunca. SEND. Listo, ya está. Enviando… Enviado. No hay vuelta atrás.
Isa: ¿Qué pasa?
Valeria: Estoy completamente enamorada de ti. –Creo que me voy a infartar.
Isa: ¿Lo dices en serio?
Valeria: Sí. Lo digo en serio. Muy en serio. Aunque no sé qué signifique para nuestra amistad todo esto. Solo sé que te amo. –Moriré.

Me siento en la cama a esperar su respuesta por dos eternos minutos. Si se toma tanto tiempo es porque está pensando escribir algo que sabe que será grandioso para mí o tal vez la peor noticia de mi vida.
Isa: Yo también te amo.

¡Madre de Dios! ¡Bang! No, no. ¡Big Bang! Con esas palabras inicia mi nuevo universo. Tengo lágrimas en los ojos. Ya estaban las lágrimas listas para salir porque presentía su rechazo, pero ahora son lágrimas de felicidad. Tengo que contarle mi epifanía con el recetario de cupcakes.
Valeria: Me di cuenta hace dos noches.
Isa: Yo lo sé desde hace mucho tiempo.

¿Hace mucho tiempo? ¿Una semana o dos? ¿Por qué no me lo dijo antes como habíamos acordado? Me habría encantado saberlo.
Valeria: ¿Hace cuánto?
Isa: 19 de Octubre.

¿19 de octubre? ¿Hace cuatro meses y medio? ¿Desde entonces lo sabe? ¿Por qué demonios no me enteré?
Valeria: ¿Qué pasó el 19 de octubre?
Isa: Fue la tarde que hicimos panecillos en tu casa.

O sea. ¡El mismo día de los cupcakes! Seguimos intercambiando mensajes. La plática es cuidadosa. No nos queremos arriesgar, sobre todo porque no sabemos a dónde nos lleva esto. Ella tiene novio ¿Recuerdan? Coincidimos que el veto de los besos debía continuar hasta saber cuál sería el siguiente paso.
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14 de febrero. Día del amor. Esta mañana me envió un mensaje del tipo “Te amo, bla, bla, bla.” Las cursilerías típicas de este día. Digo, me encantó el mensaje, pero en este momento Isabel está con su novio y yo me siento fatal. Empiezo a sentirme como la clásica zorra que se mete en las relaciones de los demás y esta situación no me gusta para nada. El sábado hablaré con ella.

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Estamos viendo televisión acostadas en el sofá. He buscado la oportunidad para tratar el tema del novio pero no la he encontrado. Ok. Está bien. Oportunidades ha habido, es solo que no me atrevo. Giro el cuerpo en el sofá para quedar frente a ella. Nuestros labios quedan muy juntitos. Me muerdo los labios para contener las ganas de besarla. No quiero ser la metiche que se mete entre ella y su novio. Me besa. La beso.

-Me encantan tus labios. – dice, Isabel.

Tomo su rostro entre mis manos, rompo el beso y la separo un poco de mí. La miro directamente a los ojos.

-Te amo. – le dijo casi en un susurro.
-Yo también te amo. – me contesta casi automáticamente.

Tan simple como eso. Es la primera vez que lo decimos frente a frente. La sensación es increíble. Vuelven las mariposas que me hacen feliz. Ojalá nunca se vayan.

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Han pasado varios días desde que le dije por primera vez que la amaba. Las cosas van muy bien, pero a decir verdad no puedo superar cierto resentimiento por la relación que tiene con su novio. Ella se siente una mierda, me lo ha dicho. Pero tiene miedo de romperle el corazón. No entiendo por qué no puede terminar con él de una vez por todas. ¡Es lo correcto!

Los días en el colegio se han vuelto un martirio. Tengo que soportar verles sonrientes y tomados de la mano. Lo peor es que siento que en cualquier momento me dejará para estar con él. Me doy cuenta que ella no está totalmente cómoda con esto que está pasando. No por mí, sino porque soy mujer. La cuestión social le afecta. Cualquiera odia que le juzguen. Lo entiendo. Pero el amor es amor y no hay nada que puedas hacer contra eso. Además, según mis cálculos, ella sabía lo que sentía por mí antes de tener novio. ¿Por qué lo hizo, entonces? Pasan tantas cosas por mi mente que creo que me volveré loca. Es una tortura no saber lo que pasa por su mente.

Valeria: No puedo soportar que mientras estoy en casa pensando en ti, tú estás con él. Me matan sus estúpidas fotos en Facebook. Odio tener que ocultar lo que siento por ti. Odio competir con él. Me siento una mierda por meterme en medio de ustedes dos.

Me responde con abundantes disculpas y dice que es a mí a quien realmente ama, pero agrega que no sabe qué hacer con él. No lo quiere lastimar. Por sus palabras me doy cuenta que todo este tiempo he asumido que ella no lo quiere, cuando en realidad sí tiene sentimientos por él. Por él y por mí. Pensaba que de verdad no lo quería lastimar, pero en realidad no se atreve a tomar una decisión. Él o yo. Eso me rompe el corazón. No puedo parar de llorar.

Cuando me di cuenta que la amaba y ella confesó que también me amaba pensé que todo sería grandioso a partir de entonces. No me había dado cuenta que había un gran muro entre nosotras y me siento estúpida por no poder derribarlo.

Ahora tengo dos opciones: Dejarla en paz o luchar por ella. Soy una persona muy competitiva y no me voy a dar por vencida tan fácilmente. Al demonio. Al demonio eso de dejarla en paz. Al demonio su novio. La amo y no la voy a perder. Necesito un plan para hacerla entender que es conmigo con quien debe estar. Me paro frente al espejo, me seco las lágrimas, empiezo mi rutina para obtener coraje. Adopto posición de boxeo y digo, mientras tiro golpes al aire “Uno, dos, tres. Tú puedes. Va a ser tuya. Te va a amar a ti y no a la otra persona que tiene pene entre las piernas. Uno, dos, tres.” ¡Sí! Estoy lista para la guerra.

♦ ♦ ♦

¡Por fin es sábado e Isabel está aquí conmigo! Toda la semana le envié mensajitos llenos de miel y ternura (que a mí me parecen demasiado melosos, pero sé que le gustan). Además, el jueves le regalé el disco de Zoé porque sé que le encanta, pero incluí un poema escrito de mi propio puño y letra.

Confieso que me he propuesto una venganza terrible.
Te llevaré a museos, monumentos, restaurantes, cines y parques.
Besaré tus labios en cada lugar hermoso de esta ciudad
para que cada vez que regreses a ellos sientas mi presencia
como se siente el sabor a sangre en la boca.
Te escribiré mensajes, cartas y poemas de amor
que permanecerán eternamente en tu mente y en tu corazón.
Voy a destruirte de la manera más hermosa posible.
El día que finalmente me pierdas entenderás
por qué a los huracanes les ponen nombres de mujer.

Ayer por la noche recibí un mensaje de ella:

Isa: Voy a terminar con él.

¡Éxito! Mi plan está funcionando, aunque probablemente el poema no haya tenido nada que ver, pero tal vez la hizo reflexionar y no quiere perderme. Eso sí, me pidió que no la presione. Estoy tan feliz que por supuesto le dije que no lo haría. Estoy segura que lo hará pronto. El futuro luce genial.

♦ ♦ ♦

La televisión está encendida pero no la vemos. La beso y la acaricio. Quiero hacerla muy feliz. Recorro su cuerpo con mis labios y manos. Las cosas entre nosotras han ido avanzando poco a poco. Hemos pasado de los besos tiernos a las caricias, pero esta vez quiero hacer el amor con ella. Mi primera vez tiene que ser con ella, está decidido. Levanto su blusa y chupo sus pezones como si fueran cerezas dulces y frescas. No tengo experiencia, pero de algo servirá haber pasado la noche anterior viendo porno lésbico.

Me monto sobre ella y me quito la blusa. Quedo completamente desnuda de la cintura para arriba. Isa me mira con cara de qué haces pero no me detiene. Froto mis senos con los suyos al tiempo que lleno de besos su hermoso rostro. Ella no me toca ni me acaricia, simplemente se deja hacer. Está nerviosa, pero yo también. Mis labios besan su cuello y bajan nuevamente hasta sus senos. Son más pequeños que los míos pero muy firmes, blancos y con aureola color rosa. Los beso, lamo y mordisqueo a placer. Me doy cuenta que Isa tiene los ojos cerrados y se muerde los labios.

Desciendo hasta su cadera para esabrochar sus jeans. Me cuesta un poco de trabajo porque están muy ajustados, pero ella me ayuda. Levanta la cadera en el momento justo que tiro de ellos. Las bragas se las he dejado. Tienen una mancha de humedad que me fascina. Abre las piernas y beso alrededor de su pubis, sus piernas, su monte de venus, los costados de su vagina. El olor de su sexo es maravilloso.

Remuevo sus bragas porque ya estoy impaciente por comerla pero ella instintivamente cubre su entrepierna con las manos. Pienso que tal vez no quiere que continúe. Me tomo un momento. No abre los ojos ni dice nada. Meto la cabeza entre sus piernas y empiezo a lamer como borreguito sediento. Inmediatamente retira sus manos y me deja hacer. Gime, gime y gime hasta que su cuerpo empieza a temblar y presiona mi cabeza muy fuerte con las piernas.

Cuando termina su orgasmo tira de mis hombros para indicarme que me quite de ahí. Sigue con los ojos cerrados. Quizá siente vergüenza. Me acuesto sobre su cuerpo. La beso en los labios y le digo que la amo.

♦ ♦ ♦

Han pasado tres semanas desde que tuvimos sexo por primera vez. Lo hemos hecho ya varias veces desde entonces. Las películas ya no son tan entretenidas así que apagamos la tele y nos metemos a la cama temprano. Cada vez se desinhibe más. Ahora mueve las caderas o se frota el clítoris con la mano mientras yo como su vagina. ¡Me encanta hacerla sentir feliz! Se me pone la piel de gallina cuando llega al orgasmo. Lo juro. Eso sí, todavía no se desinhibe tanto como para devolverme las caricias o comerme la entrepierna, pero creo que es cuestión de tiempo.

Por otra parte, ella sigue con su novio. Al menos ya no sube fotos al Facebook con él. Eso es un avance, supongo. Aunque él sí sube fotos de sus salidas juntos. O sea, no hay avance. Le pregunté a Isa cuando tenía pensado terminar con él y tiene buenas excusas para no hacerlo (su cumpleaños, por ejemplo.). Estoy a punto de mandarlo todo a volar. Me siento usada y tonta.

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Mensaje de texto a las once de la noche.
Isa: Listo. Terminé con él.

Me siento extasiada. Culpable, pero extasiada. No sé qué responder. No puedo actuar feliz porque sé que ella está triste.
Valeria: ¡Gracias a Dios!

No más mensajes por esta noche.
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En el colegio algunos amigos comentan la ruptura. Unos aseguran que los vieron discutir. Dicen que él lloró. Actúo sorprendida y triste. “¡Eran la pareja ideal!”. Ya sé, ya sé, pobre chico. Pero ella no es para él y es mejor que hayan terminado ahora y no más tarde cuando él estuviera más enamorado. Me despido de los chicos. Necesito ir al baño. No voy a hacer pis ni a cagar. Me encierro en un cubículo, me aseguro que no haya nadie y cuando estoy sola hago el baile de la victoria.

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Sábado de películas con Isa. No está de buen humor. Seguro se siente culpable porque su ex está sufriendo. Siento su mirada. La miro. Algunas veces con eso ha bastado para iniciar un rico beso, pero ahora hay algo diferente en su mirada. Un largo silencio se ha instalado entre nosotras. Tengo miedo.

-¿Qué pasa? ¿Hay algo que quieras decirme? -, le pregunto.

Titubea, se toma tu tiempo, sonríe y dice:

-¿Quieres ser mi novia?

Casi se me sale el corazón. Tengo la sonrisa de oreja a oreja. Esperaba lo peor. Brinco hasta su regazo, la beso y siento que vuelan millones de mariposas que con sus alas acarician mi cuerpo y me ponen la piel de gallina.

-Pídemelo otra vez. -, le suplico.
-¿Quieres ser mi novia? -, me pregunta nuevamente con una sonrisa que ilumina toda la habitación.
-¡Por supuesto que sí! Sí, sí, sí y mil veces sí.
-Quise esperar un par de días. No quería que nuestro aniversario fuera el mismo día que terminé con él.

Siento que voy a explotar. Me acerco y la beso. Es la primera vez que la beso sin sentirme culpable, sin confusión, sin conflictos. Es el primer beso que no tiene más que amor, dulce y hermoso amor. Nos sentamos en silencio una junto a la otra. Acomoda su cabeza en mi hombro y yo puedo sentir su respiración en mi cuello y los latidos de su corazón. Todo será fácil y natural ahora. Ya no me la podrán quitar. Estoy hasta el tope de amor por ella. No hay otro amor que se le parezca, ni otro sentimiento igual al mío. A partir de ahora no apartaré mis labios de los suyos ni alejaré mis manos de su cuerpo.

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Sigue siendo un secreto. Pero es un secreto excitante. A veces estamos con amigos y descubro a Isa mirándome. No es una mirada simple, es una mirada cómplice. Yo, por mi parte aprovecho cualquier ocasión para acariciar su cabello, como algo natural, pero ella sabe que con esa caricia inocente le digo que la amo.

Algunos amigos hacen bromas sobre nosotras. Dicen que somos novias o que nos tocamos nuestras cosas y otras invenciones más extravagantes. Juegan, lo sé. Pero no nos importa. Esos comentarios los hacían desde antes porque desde que nos conocimos somos inseparables. Además, el amor no se puede ocultar y quizá se dan cuenta de que algo pasa entre nosotras. Ellos hacen esas bromas y nosotras sonreímos pero no les damos mucha bola, porque en el fondo sabemos que tenemos cola que nos pisen y no queremos que empiecen a indagar de más.

Ahora su papá la deja en mi casa antes de ir a clase de voleibol. Nos acostamos en mi cama, nos besamos y acariciamos hasta que ya es casi la hora de irnos. Algunas veces hemos faltado a las prácticas porque lo que estamos haciendo es demasiado bueno como para dejarlo. Isa ha empezado a jugar con mis senos y eso me encanta, pero no pasa de ahí. Aunque ya es un avance. Dice que es fan de mis tetas y asegura que le gustaría tenerlas del mismo tamaño. “Si las tuviera como tú no usaría sostén jamás, para que todas me las envidien”, dijo la última vez.

Al terminar la práctica de voleibol nos vamos al vestidor, junto con las demás chicas, y siempre que nos quedamos un momento solas lo aprovechamos para besarnos y tocarnos. El fin de semana pasado fuimos a una fiesta, pero estaba llena de chicos bobos con pláticas bobas, así que nos metimos a una habitación, nos tiramos en la cama y le hice piojito en el cabello hasta que nos quedamos dormidas. Al día siguiente en todo el colegio se rumoraba que nos habíamos encerrado a tener sexo. Nosotras solamente reímos.

Así es nuestra vida ahora.

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Estamos en mi casa tomadas de la mano mientras vemos una película.

-Un día de estos vamos a caminar por la calle tomadas de la mano. Ya no me importa lo que diga la gente. -, dijo Isabel.

Por fin saldremos del clóset. ¡Qué emoción!

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La gente habla y hace bromas a costa nuestra pero todo sigue igual. No hemos salido del clóset. Ni saldremos, creo. Algo pasa. Algo le molesta. Por un lado hemos hablado de nuestro futuro juntas. Ha dicho que le gustaría casarse conmigo. Hemos hablado de trabajar para hacernos de una casa o un apartamento donde podamos vivir. Hemos hecho incontables promesas de amor. Es más... ¡Hemos hablado de tener hijos!

Quizá sea algo que a todo el mundo le pasa cuando se trata del primer gran amor, o quizá todas las mujeres somos dadas a construir castillos en el cielo, no lo sé. Por el otro lado ella ha empezado a manifestar que se siente culpable por estar enamorada de una mujer. Tiene miedo de que su familia se entere. Miedo a que la traten diferente o de sentirse rara entre los demás. Ha llorado al pensar que podría perderlos a todos. Le digo que si alguien le deja de hablar por este amor que sentimos entonces no la quieren, pero ella parece no entenderlo. Creo que la religión y la homofobia persisten muy profundamente en su personalidad. Dice tonterías del tipo poder pasar toda una eternidad en el infierno por esto. Insiste en que su familia no la aceptaría. Eso me pone muy triste. Me rompe el corazón.

Como sea, hasta donde yo sé estamos locamente enamoradas.

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Terminó con su novio pero siguen siendo amigos. Solo pasaron una semana o dos sin hablar después del rompimiento. Ahora hablan seguido. Muy seguido. Isa me ha asegurado que no siente nada por él y que solo son amigos y yo estoy contenta con eso. O al menos trato de no hacer drama aunque a decir verdad sí me molesta. Está sentada junto a mí y en lugar de ver la película o comerme a besos está enviando mensajes de texto a su ex. Me está amargando la noche. Me hace sentir mal en el estómago. Me pongo de mal humor. Se da cuenta. Pregunta qué me pasa y la miro como si no fuera obvio que me irrita que se hable con el ex. Dice que si me molesta ya no le escribirá más, pero le digo que no porque no quiero ser la clásica chica celosa e inmadura y no quiero que pierda a sus amigos por mí.

-¿Y de qué tanto platican? -, le pregunto.
-Anda muy triste. Solo necesita alguien con quien hablar.
-¿Puedo leer la conversación? -, pregunto como si no fuera algo importante.

Duda un momento y me entrega el teléfono. Básicamente el chico está hecho mierda. Lleva semanas escribiéndole que no puede vivir sin ella, que la ama y que el tiempo que estuvieron juntos fue el mejor de su vida. En pocas palabras le ruega que vuelva con él y ella le da evasivas pero no lo rechaza.

Ahora sí estoy muy molesta. Aquí está ella, junto a mí, platicando con su ex de amor y del tiempo que pasaron juntos. Hablando de los mismos sentimientos que tengo yo por ella. Diciéndole las cosas que yo le digo. Empiezo a odiarlo y a sentirme frustrada con ella por seguir hablándole, aunque le haya dicho que no había problema, la verdad es que sí hay problema.

Tengo que calmarme y ser sensata. Ella está conmigo y eso es lo único que debería importarme. Soy feliz de tener a esta hermosísima mujer conmigo. La amo y no permitiré que esto arruine mi felicidad. Además, estoy segura que ella no lo ama. Ella me lo ha dicho. Debería sentirme culpable por dudar.

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Fin del ciclo escolar. Me entusiasma la idea de que pasaremos todo el tiempo juntas. He fantaseado con un verano lleno de amor a su lado. No nos separaremos ni un minuto. ¡Me preparo para vivir los mejores momentos de mi vida!

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Papá me consiguió un trabajo en el Mc Donald’s. Dice que no quiere verme sin nada que hacer. Yo solo quiero pasar los días junto a Isa, pero no tengo pretexto para negarme. Además, ganaré un poco de dinero y aprenderé una que otra cosa. Estos últimos días han sido geniales. Los experimentos en la cama van progresando y cada vez tengo más experiencia para hacerla llegar al orgasmo. Isa ya no es tan tímida como antes, ahora me pide (¿exige?) que le haga tal o cual cosa. Es verdad que antes me desesperaba un poco, porque si se lo hacía muy despacio no sentía nada y si, en cambio, se lo hacía muy rápido se le entumían sus partes y se ponía de malas. Pero poco a poco he ido perfeccionando la técnica y ya sé cómo hacerla llegar.

Por cierto, pasó algo curioso. Estaba metida dentro de ella… bueno dos de mis dedos entraban y salían de su vagina, mientras que con la lengua lamía su clítoris cuando de pronto expulsó un pequeño chisguete de líquido y luego otro más largo y fluido. Por instinto me separé y le pregunté “¿Me estás meando, pendeja?”, ella se cagó de risa y me dijo que no era pis. Me contó que empezó a sentir que un globito se le inflaba dentro y que llegó a ser tan grande que se rompió y de ahí salió ese líquido. Nos asustamos un poco, la verdad. Buscamos en internet y encontramos que a eso se le llama squirt, pero no hay una explicación concluyente de qué líquido es o de dónde viene, pero aseguran que eso pasa cuando una mujer logra un grado de excitación superior a lo normal y que las que lo consiguen son privilegiadas. Nunca antes había sido tan feliz. ¡Yo abrí ese manantial!

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Es mi día de descanso en el Mc Donalds. Hemos venido a visitar a unos amigos y todo iba bien, pero he noté que Isabel está evitando sentarse junto a mí. Fue a la cocina y la seguí para ver si le robaba un beso, pero inmediatamente regresó a la sala con los demás. ¿Pasa algo de lo que no me he enterado? No lo sé. Quizá no sea nada.

Me siento a su lado en el sofá e intento tomar su mano pero no me dejó. Supongo que sigue pensando que se verá raro tomarnos de la mano en público. No me preocupa. Poco a poco irá cediendo.

Al poco rato Isa me dice que es hora de irnos. Nos despedimos de los amigos y vamos caminando rumbo a su casa. Le pregunto por qué tanta prisa y dice que ha quedado de salir con unos amigos a las nueve. Aún son las siete, pero quiere llegar temprano para arreglarse. Me siento en la banca de un parque y ella, que siguió caminando, regresa para sentarse junto a mí. Mi cara nefasta es obvia. Me asegura que no pasa nada. Son unos amigos de su grupo de la iglesia que la han invitado a salir y no me lleva porque va con gente que no conozco. En realidad sí conozco a uno: su ex novio. ¡Sigue saliendo con él! Bueno, no con él, pero sí con un grupo de personas entre las que está él. Me siento herida, pero no la voy a forzar a invitarme. Caminamos hasta su casa, nos despedimos y sigo un camino gris y triste hasta mi casa.

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Son casi las nueve de la noche. Estoy leyendo un libro para tratar de no pensar en Isabel. Mi teléfono vibra. Es un mensaje de suyo. En la pantalla de notificación aparece parte del mensaje: “Amor, te amo con toda el alma…”.

Toda la noche he querido hablarle o enviarle un mensaje para decirle lo mismo. “Te amo, diviértete.” Pero no quiero que piense que soy entrometida cuando está con sus amigos. Abro el mensaje entusiasmada y lista para contestar “¡Yo te amo el doble que tú!”, pero el resto de su mensaje es un texto tan largo que parece un pergamino.

Isa: Amor, te amo con toda el alma, pero no puedo seguir haciendo esto…

No comprendo. Leo la frase tres veces. ¿A qué se refiere? ¿No seguir haciendo qué? Continúo leyendo y el corazón se me va rompiendo palabra por palabra. Básicamente me dice que no puede estar conmigo porque no puede estar con una chica y nunca podrá darme lo que yo quiero. Es demasiado para ella. Se ha dado cuenta quizá muy tarde, pero cree que lo honesto es decírmelo ahora.

Ni siquiera puedo llorar. Hay lágrimas, sí, pero no estoy hecha loca como se supone que debería de estar. Las lágrimas caen, pero me siento vacía… o más bien, no siento nada. ¿Estoy en shock? Prácticamente tengo que forzar las lágrimas.

Siguen llegando mensajes. Me suplica que no me aleje, que sigamos siendo amigas. Mi primer instinto es decirle que no, que no quiero volver a verla en lo que me queda de vida, pero reconozco que soy adicta a ella, cómo podría alejarla de mí. Espero que retome el sentido y se dé cuenta que esto es una locura. Después de otros tantos mensajes me pregunta si puede venir a verme. Le digo que sí.

Tengo que esperar un par de horas más porque aunque acaba de romper conmigo todavía tiene el compromiso con sus estúpidos amigos y su estúpido ex novio. Siento una mezcla de devastación, confusión y furia. Pienso en todo lo que le quiero decir cuando la vea. ¿Por qué me hace esto? No lo sé. Quizá lo mejor sea intentar tener una actitud tranquila para convencerla de que cambie de opinión. Aunque, en este momento creo que ya no hay nada que hacer.

Poco después de las once de la noche me avisa que ya llegó a su casa. Tomo el auto de mamá (sin permiso) y manejo hasta allá. Voy con precaución porque no tengo licencia, las manos me tiemblan y siento mucha ansiedad. Al llegar le envió un mensaje para avisarle que estoy frente a su casa. Se sube al auto e inmediatamente me abraza y empieza a llorar. No deja de decir “Lo siento, lo siento…”. No quiero llorar, trato te contenerme pero las lágrimas salen por sí solas. Estoy tranquila, pero llorando.

Manejo de regreso a mi casa. En el camino me ruega que no me aleje de ella, quiere que sigamos siendo amigas. Le aseguro que nunca la dejaré, pero me molesta que no deje de llorar. ¿Por qué está tan mal? ¿No es esto lo que quiere? Cuando llegamos vamos directo a mi habitación y entonces sí, me abraza y la abrazo, llora y lloro. Lloramos como si se hubiera muerto alguien que quieres mucho. Y entonces lo empiezo a comprender. Ya no será mía. Ya no se encantarán mis ojos en sus ojos… No, no. Eso es de Neruda y yo no soy cursi. Pero es verdad, ya no podré hacerla feliz. Ya no existirá la vida que planeamos juntas. La boda, la casa, la familia, nuestra bebé Dani… ya nunca serán realidad. Eso es lo peor: Darme cuenta que todos mis sueños con ella han muerto. Ella los mató.

Me siento estúpida por haberme involucrado tan profundamente con alguien en tan poco tiempo. Por haberme dejado llevar, por haberme entregado completamente en esta relación que al final ha consumido mi mundo entero. Y, lo peor… la persona que me está consolando es la misma que lo destruyó todo. Pero no tengo otra opción. Esto ha sido un secreto exclusivo de Isabel y mío. Nadie más lo sabe. ¿A los brazos de quién puedo ir a llorar?

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Han pasado dos meses desde que rompimos aunque no hemos dejado de vernos desde entonces. Ella dijo que me daría todo el espacio que quisiera, pero no soy tonta y sé que necesito tenerla cerca. Seguimos muy unidas en el colegio y los fines de semana se queda en casa conmigo, como siempre. Los besos ahora son en la mejilla, como al principio. Me mata esta situación pero es mejor esto que nada.

He llorado mucho. Al principio lloraba todo el tiempo, pero cada vez me siento mejor. Eso sí, no ha pasado un solo día sin que fantasee con sus besos o sus palabras de amor. Ok. Ok. Voy a ser honesta. Poco después de que terminamos la besé y le hice el amor un par de veces, porque sentía que ella me provocaba y era lo que quería. De que lo disfrutó no tengo duda, pero desde entonces he esperado que ella tome la iniciativa y nada ha pasado. Me ha dicho que no quiere darme falsas esperanzas y aunque le aseguro que lo hago porque me gusta hacerla feliz, ella insiste en que seguir con eso me hará más daño.

Además, tengo que decirlo, aunque me duela: Siempre soy yo la que le da placer, ella solo acaricia mis senos y los besa, pero no hace mucho más y eso me parece un poco egoísta de su parte. Creo que le da un poco de vergüenza. Cuando seamos pareja otra vez se lo diré. Con un poco de práctica se pueden lograr maravillas y yo, que ya sé un poco más, la puedo guiar.

Continuará...