Quinto semestre de la carrera. Examen final de estadística aplicada a
la comunicación. Mientras nos entregaba las hojas de prueba el profe
nos advirtió que cuando termináramos debíamos esperar hasta que acabara
el último porque quería que todos saliéramos del salón al mismo tiempo.
El examen lo hice en unos veinte minutos, no más. La verdad es que en
ese tiempo se me daban bien los números. Saqué un libro de historia y
me puse a estudiar para el siguiente examen. Alguien llegó y el maestro
salió del salón. Mis compañeros se pusieron inquietos. Era la
oportunidad para copiar.
- Valeria... ¡Pásame tu examen!
Obvio me hice la occisa, pero me empezaron a hostigar y amenazar. Les
dije que no. Uno de ellos se paró y me lo arrebató. Maldición. Pensé que el maestro se daría cuenta y me reprobaría.
Rolaron mi examen por todo el salón. Los chicos borraban lo que
habían escrito en sus hojas y copiaban a toda velocidad mis respuestas.
Después pasaban mi examen al siguiente. El maestro se asomaba de cuando
en cuando para checar que todo estuviera en orden. Estaba furiosa.
Cuando terminaron me regresaron mis hojas todas arrugadas. Estaba al
borde de las lágrimas. Pinches huevones.
Uno de los chicos le avisó al maestro que ya habíamos terminado y
salimos del salón entregando las hojas de respuestas en la puerta. Tenía
tanto coraje que estuve a punto de acusarlos, pero no quise pasarme el
resto de la carrera siendo una recha.
Dos semanas después publicaron los resultados de los finales. La
mitad del salón reprobó estadística. Eran dos exámenes diferentes y
nadie se dio cuenta. El karma es cabrón. Jeje.
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